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24 de julio de 2008

Maribel Tejero Toledo. Breves notas para el perfil de la autora

Iniciamos hoy un ciclo de lecturas que, acaso el más pobre desde el punto de vista presupuestario y, desde luego, del organizativo, tiene la pretensión –audaz, sin duda- de ser el más rico, desde el único punto de vista que a mí me interesa: el poético. Y no se hable más.
Noches de verano es una idea soñada por Dolors Alberola y Marieta Sanz. A ellas, pues, los laureles, y a mí los errores, la incuria, la imposible utopía, que es mi terreno habitual y consustancial, acostumbrado como estoy a las causas perdidas y esa estética, la de la derrota, cuyos mármoles cubren la tumba de Bécquer, la de Alejandro Sawa, la de Luis Cernuda y allá, en el hospitalario exilio de Coillure, la de Antonio Machado, que clama todavía por una España libre, mientras nos sigue helando el corazón la otra, este país inculto, brutal, empresarializado, donde no hay más valor, principio ni criterio que las escuetas e inhumanas cifras de la rentabilidad.
Ante este panorama –desolador, sin duda- el poeta proclama, como el maestro Jesús, que su reino no es de este mundo y está en su derecho: el egoísmo, la insolidaridad, le explotación del hombre por el hombre, la siniestra mentira de la cultura globalizada, constituyen el gran basurero donde difícilmente pueden crecer las rosas del poema o extraer la belleza sus más dulces aromas.
Pero también está escrito que es un deber amarnos los unos a los otros y que en esta medida alguien puso el listón bastante alto, demasiado alto, en efecto, como para alcanzarlo sin esa pértiga excelsa, que llamamos poesía.
Yo creo que la poeta, a cuya voz la noche nos convoca, se ajusta a lo que he dicho, sin apenas fisuras. Maribel Tejero Toledo, que nació en Madrid, en 1946, ha quemado su vida en el altar terrible de la lucha. Una lucha, no siempre comprendida ni, mucho menos, gratificante, en defensa de valores tan básicos como la libertad, la igualdad, los derechos humanos y la manumisión de los más desfavorecidos que, a esta hora tristísima, ni siquiera sabemos quiénes son. ¡Tal es nuestra indigencia, la ruina moral de nuestro mundo!
Por eso, esta mujer, maestra y diplomada en Geografía e Historia, ha creado su obra en silencio, alejada del tránsito y batahola de esta feria de vanidades que antes se llamaba Parnaso. Su único libro publicado hasta ahora se titula elocuentemente La música de la libertad; es decir: la depuración intelectual de un discurso ideológico que, vertido al papel, va suavizando sus perfiles éticos para que aflore la estética, que no es sino la ética cribada en la zaranda del corazón.
Por eso dije un día que la de Maribel Tejero es una poética de la cordialidad, pues tiene el don de imprimir su latido a todo lo que escribe, desde la palabra, sencilla y directa, a los temas, profundamente humanos: la inmensa soledad , la vida, la implicación con el otro, la muerte, el Todo, Dios. Poesía comprometida con su tiempo y con cuanto lo habita, en comunión con la belleza y un impulso rebelde que induce a la autora a cuestionar historia y sociedad, proponiendo una vía de reflexión para cambiar el mundo.
Poesía, pues, sustancial, necesaria, si, como afirma algún autor moderno, la poesía interviene en la realidad, al menos diacrónicamente.
Pero qué digo yo... Bastan discursos, cuando la voz del poeta se dispone a tomar la palabra. Con ella, en fin, les dejo, y sea la propia Maribel Tejero quien imponga la única razón: la razón de sus versos.
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© Domingo F. Faílde
...Jerez, 23 de julio de 2008.-